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ME MARCHO

ME MARCHO

O más bien, me he marchado. Hace unos pocos minutos. Al final no ha sido tan grave, pensaba que iba a ser algo peor, pero no ha ido tan mal. Otros, antes de irse, tienen que pasar un calvario. No ha sido mi caso. Me he marchado con la conciencia limpia y el alma tranquila, que es lo que soy ahora, un alma tranquila.

Lo único que llevo mal es la pena que he dejado a los míos, aunque me gustaría decirles que no estuvieran tristes, que sigo estando ahí con ellos, aunque ya no podemos charlar y pasar ratos juntos, pero aquí sigo.

Siempre tuve mucho miedo a marcharme, porque no sabía qué me iba a encontrar. Creo que ésto le viene pasando a la gente en general, desde muy antiguo, porque no creo que sea raro tenerle miedo a lo que no conoces. Aunque, más bien, creo que a lo que más miedo le tenía era a dejar de poder hacer cosas, de perderme otras y de no poder estar con toda la gente a la que quiero. Que ellos sigan con su vida, con algo más de pena por haberme ido, y no poder compartir esos ratos.

Ahora que no puedo hacerlo es cuando me doy cuenta de lo tonta que he sido por no haber aprovechado todo lo que podía, cada uno de los momentos que me han brindado. Me enzarzaba en reproches, en discusiones, en envidias y, mientras todo eso pasaba, lo que realmente pasaba era el tiempo y con él, la oportunidad perdida. Justo esa que es de la que ahora me lamento. ¡Cómo me hubiese gustado poder ver todo eso entonces y no ahora! Hubiese disfrutado mucho más de la vida, me hubiese preocupado mucho menos de problemas que no lo eran más allá de mi cabeza, y hubiese querido sin mirar ningún reproche, ninguna envidia, ningún mal gesto...

Pero, bueno, ahora estoy aquí, y me quedo más tranquila porque puedo seguir viendo a los míos, aunque a ellos les queda ahora mi recuerdo. Espero que sea el mejor recuerdo, porque he cometido muchos errores. Me hubiese gustado tener un poco más de paciencia en muchas ocasiones, de no ser tan vehemente en otras, y de no abusar del cariño y la confianza de mi familia y mis amigos. Ojalá sepan perdonar mis fallos y que lo que les quede de mí, ese recuerdo, sea lo más positivo, lo que les ayude a seguir con ese pequeño hueco que les he dejado al irme, aunque no del todo.

Echo de menos abrazar a mi marido, a mis hijos, aunque ahora estoy aquí con mis padres. ¡Cuántas ganas tenía de veros! Creo que ahora estoy tranquila y me siento bien conmigo. No tengo más oportunidades para reparar mis errores, pero ahora puedo descansar y cuidar mejor de los míos. Os espero aquí, pero no tengáis prisa por venir. Sigo estando con vosotros y quiero veros muchos años desde aquí, donde no se está tan mal.

Desearía poder deciros que no tuvieseis miedo como yo, que aprovechaseis todas las oportunidades que se os brindan y que no os perdáis en odios estúpidos con los que más queréis. Que disfrutéis de la vida y que, llegado el momento de iros, dejéis el mejor recuerdo a los vuestros.

Haced que vuestra vida valga la pena para el que la comparte con vosotros.

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