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Cantos de Sirena

Cantos de Sirena

Se sentó allí, sobre la roca desnuda, y así estuvo lago rato.  

La gente comenzó a, por curiosidad, acercarse para ver quién era aquella persona y qué hacía allí sentada.

Poco a poco, la explanada se fue llenando de curiosos que esperaban conocer el motivo de esa reunión espontánea de gente alrededor de ese personaje. Y comenzó a hablar. Y sus palabras lo llenaban todo y los oídos de los presentes se endulzaban, y en ellos sólo entraba todo aquello que sus dueños deseaban oír. Y la alegría y la euforia les desbordaban, les rebosaban. Se sentían invencibles, comprendidos por aquella persona que les daba todo aquello que ellos necesitaban sentir.  

Y se levantó de la roca, y pidió a todos que le siguieran. Y todos le siguieron.

Cruzó la espesura de la selva, tan frondosa y tan verde que, con sus ramas y sus hojas,  desgarraba a su paso todas las pieles desnudas de quienes la cruzaban siguiéndolo a él. Pero a ninguno les importaba porque seguían los pasos que él marcaba.  

A lo lejos (o no tan lejos) se oía un murmullo intenso, cada vez más cercano. Era el agua fluyendo con devastadora fuerza. El agua de la catarata que formaba aquel río tan copioso.  Y ellos le seguían, sin importarles lo cerca que estaban del borde.  

De repente, él se desvaneció, como el rocío de la mañana bajo el sol. Se evaporó sin más. Y allí quedó la multitud, perpleja y sin poder detener sus pasos, cayendo irremediablemente al fondo de la turbulenta masa de agua que rugía feroz unos metros más abajo.  

Todos cayeron. Todos menos uno. Alguien a quien las palabras de él no lo llenaban, no endulzaban sus oídos. Alguien que prefirió oír otras palabras. Alguien a quien todos los que ahora perecían ahogados bajo la fuerza del agua, insultaron y despreciaron por no seguirles.  

Y allí se quedó, sólo, sentado en la explanada. Escuchando los lamentos y los gritos de los otros.  

G  

P.D.: Dedicado a todos aquellos que asistieron a la manifestación del sábado en Madrid. Pero sobre todo, a quienes no asistieron.

6.35 a.m. (parte II)

6.35 a.m. (parte II)

¡Otra vez! No hay manera. Si es que soy un ceporro. Me gusta demasiado la cama y llego tarde. Ni ducha ni nada. Sólo me voy a quitar las legañas.

De la ropa ya paso. Me da igual que esté arrugada, pero es que no llego...

Estoy cansado de repetir cada día la misma escena, de verdad. Un giro, sólo un pequeño giro a mi vida y todo cambiaría radicalmente. Desparecerían tantas personas y tantas cosas de esta asquerosa rutina... Menos mal que ya viene el metro...

Lo malo es que también desaparecería ella, y no quiero. Porque me gusta. Quizás ella sea el giro que busco pero... ¡Eh! ¡Cuidado!¡El treeen...!

No puedo creerlo. El giro que tanto ansiaba ahora está despedazado sobre las vías del tren...No sé por qué saltó. Y nunca lo sabré.

G

6.35 a.m. (parte I)

6.35 a.m. (parte I)

¡Joder, qué mierda! ¡Se me ha vuelto a caer el despertador! Y es que tiene un sonido tan desagradable... A ver si lo cambio.

Madre mía, qué sueño tengo. Cada día me cuesta más levantarme, y la idea de pasarme todo el día en la oficina, con la mesa hasta arriba de papeles, no motiva demasiado. En fin...

¡Dioooosss!¿¡Qué coño le pasa al agua!? ¿Pero por qué sale tan fríaaa...? Me parece que hoy no he empezado demasiado bien.

Otra vez el mismo camino de cada mañana. Qué monotonía en todo lo que hacemos. Es normal que me pueda la desídia. No hay ninguna diferencia entre ayer y hoy. Los mismos pasos, las mismas caras dormidas de camino al metro...Parece que vivo constantemente en el día de la marmota, como el de la película "Atrapado en el tiempo". Debo hacer cambiar ésto cuanto antes. Estoy harto de seguir con esta sensación...

Menos mal que, al menos, el metro no viene demasiado lleno hoy. Algo raro pasa... mira, ahí está otra vez. Todas la mañanas en el mismo vagón. Con su libro, sentada com si nada, sin prestar atención a lo que pasa alrededor. Y tiene algo. No sé qué es. Pero es algo que me hace fijarme en ella cada vez que nos encontramos...