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reflexionestodoa100

Manolo y Benito

Estoy teniendo algunos problemas con determinados elementos que añado al blog, que aún no he descubierto por qué no funcionan como deben, por eso hoy habrá poco de multimedia y más literatura, que de eso se trata.

Pasadas las primeras fiestas, salvadas con un aprobado raspado, me ha dado por reflexionar (para eso este blog trata de, precisamente, reflexiones) y pensar en algo muy simple pero que adquiere mucho valor cuanto más tiempo pasa. Me explico.

El día de Nochebuena, vinieron, entre otros, mis padres a casa para celebrarlo todos juntos. Como regalo de bienvenida, a mi padre le hice ayudarme a colocar unos focos en el techo del pasillo de casa. Entre risas y bromas, apriete de tornillos, empalme de cables y subir y bajar de escaleras, logramos colocarlos, dejándolo todo estupendo, la verdad.

¿Y por qué cuento todo esto? Pues porque con pequeñas cosas como estas consigo disfrutar de mi padre, por todo el tiempo que no he podido hacerlo porque se ha estado eslomando a trabajar para que yo ahora tenga una carrera, una profesión y un futuro gracias a su trabajo y sacrificio (junto con mi madre, claro, de la que hablaré otro día).

Recuerdo que, cuando era más pequeño, apenas le veía porque estaba todo el día trabajando, que si repartiendo fruta, en la fábrica, en el jardín… tenía mil empleos porque no llegábamos muy holgados a final de mes, y como cinco en casa son mucho para comer, pues no quedaba otro remedio.

Antes le reprochaba para mis adentros, que, después de trabajar, no quisiera quedarse en casa conmigo, pasando el resto de la tarde o ayudándome con las cosas del colegio, pero con el tiempo me he dado cuenta de que él también necesitaba un espacio en el que sentirse a gusto consigo mismo, dado que el trabajo sólo le reportaba preocupaciones y, en muchas ocasiones, más desgracias que alegrías.

Y ahora que se jubila, vive como un rey, que es lo que se merece. Y a mí me encanta, porque soy feliz viéndole vivir tan a gusto, tan relajado, sin preocupaciones por el dinero en casa, que ha sido su gran pena, sin saber en qué día vive o deja de vivir, porque le da igual… saca al perro, va al “desguace” a echar su billar, sus clases de informática, ... Quizás hubiera sido redondo si, en el pasado, hubiese hecho (o no) algunas cosas más que otras, pero, eso, forma parte del pasado, claro.

Después de casi cuarenta años y muchas cosas vividas, ahí siguen, los dos juntos. Ya no podrían estar el uno sin el otro, a pesar de los malos momentos vividos, lo cual, me hace sentirme aún mejor.

Pues nada, este post esta dedicado a ti, Papá. Para que sigan habiendo lámparas en casa que colgar, inodoros que cambiar, enchufes que arreglar y mil cosas más mientras podamos recuperar el tiempo perdido.


Te quiero.

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