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"Borreguito" como tú...

"Borreguito" como tú...

Pues mira tú por dónde, nos hemos inscrito en el concurso de blogs de 20Minutos, el diario gratuito. La verdad es que no espero nada, salvo que se dé a conocer algo más este espacio, si fuera posible con ello.

Pasan los días, y la rutina me sigue engullendo. Qué le vamos a hacer… He comprobado que Madrid puede ser todo lo que quiera; abierta, alegre, ruidosa, estresante, con multitud de ofertas de todo tipo, puede albergar lugares fantásticos donde perderse… pero no vale para que llueva, y mucho menos, para que diluvie como el lunes pasado (día 22/10/08).

Siempre he pensado que, en cuanto caen cuatro gotas, nos volvemos comodones, cogemos el coche, porque no nos queremos mojar, y nos transformamos en imbéciles hasta límites que no conocíamos. Vamos atropellados a todas partes, como si la lluvia nos diluyera el cerebro con su agua, perdiendo la facultad de pensar, si es que la hemos tenido en algún momento. ¿Por qué somos tan borregos?

Este fenómeno del borreguismo lo tenemos a patadas en el día a día de cada uno. No hace falta mas que mirar las caras de todos los que viajan en Metro por la mañana para dirigirse a su trabajo, como autómatas, con unas legañas que provocarían arañazos, la motivación por los suelos y la personalidad en la cama, durmiendo.  O bien, en caso de ocurrir un accidente, como el que presenciamos en el día de ayer en mi calle: un chico decidió que para él y su coche no iban los límites de velocidad ni las leyes de la física que lo echaron fuera cuando tomó la curva a toda leche, sin cinturón, e iba directo a rematar con su cabeza vacía (digo vacía porque el cerebro, para hacer eso, se lo tuvo que dejar en otro lado) contra el cristal de su coche.

De regalo, colisionó con otros dos coches, dejándolos bien ordenaditos uno sobre otro, para quedarse en mitad de la calle, sin poder moverse pero, afortunadamente, consciente y vivo.

Enseguida empezamos a aparecer los mirones. Y me incluyo aunque el motivo de aparecer en tal escena se debió a mi voluntad de prestar ayuda si alguien la necesitaba.

Hablé con el chico, para mantenerlo despierto. No sabía si tenía algo roto, aunque lo que era seguro es que no sangraba. Una chica apareció diciendo que era enfermera, y pretendía mover al accidentado para colocarlo en una mejor posición ya que se quejaba del cuello y la espalda. Me pidió ayuda, aunque yo le insistí en que esperara a que llegar la ambulancia.

Entre medias de todo esto, la multitud arremolinada, sacando fotos y grabando con el móvil. Seguro que ya está en Youtube. Para unos chavales sí que resultaba divertido todo aquello. Daba la casualidad de que tenían el cerebro al lado, en el mismo lugar que el del chico que conducía.

Y es que, nos va el morbo. Nos acercamos por el morbillo de ver lo que pasa, de ver si hay sangre, y luego fingimos que nos impacta, a pesar de ver mil burradas a diario en la tele. La doble moral a la orden del día.

En fin, qué cosa más extraña es esto del borreguismo.

 

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