Blogia
reflexionestodoa100

¿ME AYUDAS?

¿ME AYUDAS?  

Ha dado la casualidad de que, hace unos días algo que he visto me ha suscitado una reflexión que me ha dejado un pelín inquieto. Es de esas veces en las que te planteas muchas cosas sobre ti mismo, sobre lo que haces o lo que no haces, en este caso, y te puedes llegar a sentir un poco mal, buscando consuelo en otras razones o argumentos que, a fin de cuentas, nos ayudan a vivir sin tanta agonía diaria. Me explico.

Durante la semana pasada, un documental que pudimos ver en la 2 (esa cadena que todo el mundo ve para parecer más interesante de cara a los demás y que ocupa un canal en el mando, nada más. Excepto cuando hay deportes, eso sí) producido por, creo recordar, Javier Bardem, y dirigido, dado que son distintas historias, por directores españoles afamados (Fernando León, Isabel Coixet, entre otros). Pues bien. Ha decidido la casualidad acompañar a este documental el hecho de haber ido al cine en busca de nada, dado que no tenía una idea preconcebida de lo que quería ver, y acabé (acabamos; mi mitad y yo) con Diamante de Sangre, del que, curiosamente, ya me habían hablado. Casualidad.

El tema está en que me ha removido algo que ya viene madurándose con el tiempo y, mira por dónde, empieza a coger forma. Es una idea ambigua, que te deja un poco descolocado si la piensas bien, pero que tendemos a no hacerle demasiado caso. Es el concepto de conciencia (moral. Y, de paso, consciencia), de nuestra presencia en esta vida, y la huella o no que dejamos en ella.

Supongo que más de uno habrá tenido la sensación, alguna vez, de a qué se dedica en el día a día. Cuando lo responde, se queda un poco inquieto porque la respuesta no convence demasiado. Es una especia de angustia, como de estar desperdiciando una vida plagada de posibilidades (horrorosas e increíbles), y de un conformismo que nos amordaza y maniata para que nos podamos sentir un poco mejor con nosotros mismos al no hacer nada por evitarlo o cambiarlo.

Buscamos excusas de todo tipo y, al final, quien suele ganar la batalla, es la rutina, que nos devuelve a la realidad que, por un momento, abandonamos, imaginando a cuánta gente en el mundo se podría ayudar si todos quisiéramos, si los que están entre ellos y nosotros, no quisiesen aprovecharse aún más y hundirles en la miseria (Intervida, último ejemplo).

Al final, nada cambia, y yo sigo con la misma sensación de querer y no querer, de hacérmelo fácil para no sentirme mal conmigo mismo. ¿Y tú? ¿Les ayudas?

 

G

0 comentarios